qué locura que algunas cosas estén vivas
por sí solas
y otras no.
como mis tripas, con mi hijo dentro,
o mi perro, que me mira ahora,
y no las manos con las que escribo,
ni la mesa,
ni el ratón
(que ya no es ratón, sino una especie de rectángulo plateado sobre el que dibujar formas preciosas con el dedo y hacer dos o tres tipos distintos de clicks).
ni el vaso de agua manchado de cacao,
ni la caja de pañuelos de Carrefour.
aquí, hoy por hoy, sólo respiramos mi hijo-tripa, mi perro y yo.
(y no en ese orden necesariamente)
A